viernes, 8 de junio de 2007

La manzana de la discordia

Era el convite nupcial de la diosa Tetis con el mortal Peleo, unión de la que nacería, andando el tiempo, Brad Pitt (por otro nombre: Aquiles). Al sarao había acudido la flor y nata de la jet-set olímpica pero, error logístico a la hora de hacer entrega de las invitaciones o, más probablemente, prevención porque no fuera a hacer honor a su nombre, la diosa de la discordia, Éride, no fue invitada a la fiesta.

Así despechada, urdió Éride (o Eris, dicen otros) su venganza. Se presentó en el lugar, es de presumir que luciendo sus mejores galas, y arrojó displicentemente sobre la mesa una hermosísima manzana de oro sobre la que podía leerse la incripción "Para la más bella". Sólo a una diva podía ocurrírsele tan taimado plan y poner en marcha el primer concurso de belleza de la historia sin establecer claramente las bases ni llamar a Luis María Ansón para que hiciera de jurado y, como es natural, ardió Troya cuando Hera, Atenea y Afrodita comenzaron a tirarse de los pelos auto-proclamándose merecedoras de la dichosa manzana.

En realidad... Troya no ardió de inmediato, aunque lo haría en breve. Literalmente.

Después de un rato de estar diciéndose lindezas en hexámetros clásicos, las diosas acudieron a Zeus para que arbitrara la cuestión pero éste, zorro viejo, no quiso meterse en camisa de once varas y se lavó las manos, diciéndoles que se fueran a tomar vientos al Monte Ida.

Y allá que se fueron conducidas por Hermes, mensajero de los dioses (no sabemos si a sueldo de UPS o de Seur).

Por las faldas del Monte Ida, próximo a Troya, andaba el hijo del rey Príamo, Paris, pastoreando sus rebaños (inserte aquí el chiste de su preferencia sobre la excarcelación de Paris, seguro que ha oído uno en cualquier telediario que haya visto hoy). Se ve que los reyes de la antigüedad clásica tenían menos sangre azul que los de ahora, e incluso menos que las herederas de cadenas hoteleras, y no se les caían los anillos por trabajar. El pobre chaval no sabía en la que se estaba metiendo cuando las diosas le pidieron que eligiese a la más bella de las tres y él, inocentemente, eligió a una de ellas, Afrodita, ganándose inmediatamente la inquina de las otras dos. ¿Ven lo que pasa por no haber elegido a Ansón como jurado? Él les habría tirado los tejos a las tres y listo.

Así que se armó la de Troya... literalmente, como digo. Pero eso ya lo sabrán ustedes porque seguramente ya han visto la película protagonizada por Aquiles (por otro nombre: Brad Pitt).

Mas la historia de Éride no acaba aquí porque la diosa de la discordia aparecería de nuevo a principios del siglo XXI en forma de pedazo de roca que los astrónomos llamaron "2003-UB313", según las convenciones internacionales de nomenclatura para asteroides. En principio, la roca fue bautizada como Xena y un satélite suyo como Gabrielle, claro, ya que, por si no lo saben, los astrónomos también tienen su corazoncito y no son inmunes a los encantos de Lucy Lawless (si no se ha enterado usted a cuento de qué viene la frase anterior, enhorabuena: se trata de una serie de televisión llamada "Xena, la princesa guerrera").

Los descubrimientos de Xena y de muchos otros objetos dentro del Sistema Solar, desataron el debate sobre la conveniencia de elaborar una nueva definición del término "planeta" que se adecuase a la nueva situación, hasta que la Unión Astronómica Internacional acordó, en agosto de 2.006 que un planeta sería todo objeto celeste que:

a) Gira alrededor del Sol.
b) Tiene suficiente masa para que su gravedad supere las fuerzas del cuerpo rígido, de manera que asuma una forma en equilibrio hidrostático (prácticamente esférica).
c) Ha limpiado la vecindad de su órbita.

La discordia entre los astrónomos (que tampoco fue excesiva, a decir verdad) surgió debido a la inclusión del punto c) en la definición. Sin ese punto, se debería considerar como planeta a Ceres, el cuerpo más grande del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter y también a muchos otros objetos más allá de la órbita de Plutón. Con la inclusión de este apartado, es el propio Plutón el que queda fuera de la definición debido a que tiene un compañero, Caronte, con una masa del mismo orden de magnitud y que no es, por tanto, propiamente un satélite que gira a su alrededor sino que forman un sistema doble, girando ambos en torno a un punto intermedio.

Así que la nueva definición de planeta fue finalmente admitida y, consiguientemente, Plutón fue degradado a la condición de "planeta enano". Si son de los que aprendieron en el colegio que hay nueve planetas en el Sistema Solar, vayan actualizándose: sólo hay ocho.

Si han llegado hasta aquí será porque, supongo, no tienen nada mejor que hacer así que espérense unas líneas más, que viene el final y remate de nuestra historia sobre Éride.

Y es que, en un alarde de sentido del humor, el objeto 2003-UB313, Xena, fue rebautizado como Eris (o Éride), ya saben, diosa de la discordia, y a su satélite se le llamó Disnomia, como la diosa de la anarquía. ¿Recuerdan a Lucy Lawless? Pues eso.


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