jueves, 30 de agosto de 2007

Ángela

Men and angels (James Christensen)
Ángela experimentaba el lento deslizar del tiempo con la precisión de un mecanismo de relojería. Podía ver su pasado como una interminable sucesión de postes clavados a la orilla de un camino que se perdía en la distancia, más allá del horizonte. Se sentía como un viejo óleo cuya pintura comenzaba a descascarillarse, un objeto próximo a ser arrinconado por inservible.

Mas de las brumas de ese mismo tiempo al que temía surgió la voz que le susurró al oído las palabras que tanto había ansiado escuchar: el futuro no existe y debe ser construído minuto a minuto mientras nos quede aliento.

jueves, 23 de agosto de 2007

El nacimiento de Heracles


Es harto sabido que Zeus era un playboy de cuidado y se tiraba todo lo que se movía por Grecia y alrededores, así que cuando le echó los ojos encima a Alcmena, poco le importó la condición de casada de ésta para intentar echarle encima alguna otra cosa, además de los ojos. Ni corto ni perezoso, tomó la apariencia de Anfitrión de Tebas, el marido de Alcmena que llevaba mucho tiempo fuera de casa, ocupado en alguna guerra, para yacer impunemente con ella, haciendo buena su frase favorita: haz el amor y no la guerra. Zeus, zorro viejo, se compinchó con Helios, las Horas, Selene y Morfeo, de modo que consiguieron entre todos alargar aquella noche haciéndola durar treinta y seis horas, nada menos, en el transcurso de las cuales se puso morado en brazos de Alcmena. ¡Un pillo, papá Zeus!

Casualidades de la vida, el bueno de Anfitrión volvió de la guerra el dia siguiente y Alcmena quedó embarazada de gemelos (además de sorprendida y exhausta, aunque encantada, por la vitalidad de su marido después de la jornada intensiva de la noche anterior).

Ya en el Olimpo unos meses después, Zeus se jactaba ante sus amigotes de la hazaña de haber engendrado en Alcmena al que habría de ser heredero de la casa de Perseo, de quien la mortal era nieta. Hera, la divina esposa de Zeus, se mordía la lengua mientras tanto, tramando su venganza contra el rijoso de su marido. Así que consiguió arrancar de Zeus el juramento solemne de que el primer nacido de la casa de Perseo sería rey, Hera se apresuró a bajar a tierra para hacer que Euristeo, primo de Heracles y también descendiente de Perseo, naciera prematuramente. Euristeo nació, efectivamente, sietemesino y sería, tiempo después, el rey a cuyo servicio tendría Heracles que efectuar sus célebres doce trabajos a fin de conseguir la inmortalidad.

Pero el ataque de cuernos de Hera exigía más que eso. Decidida a que Heracles no llegara siquiera a nacer, se plantó ante Alcmena con las piernas cruzadas y las ropas atadas con apretados nudos, impidiendo de este modo el parto. A mí no me pregunten por qué no le dió simplemente una pildora del día después o similar, son cosas de diosas en las que ni entro ni salgo (con perdón).

En esas estaban, esperando a que los fetos muriesen en el interior del vientre de Alcmena, cuando una de sus sirvientes, Galantis, anunció a la diosa que el parto ya había tenido lugar, noticia ante la cual saltó Hera, sorprendida, y los nudos se desataron permitiendo que Alcmena se pusiera realmente de parto (sí, bueno, parece tontería pero ya les he dicho que en esas cosas no me meto).

Alcmena dio a luz gemelos, uno de los cuales se llamó Ificles y era mortal (se supone que fruto de la semilla de Anfitrión) mientras que el otro sería un semidiós al haber sido engendrado por Zeus durante aquella noche loca que duró día y medio. Zeus dio al niño el nombre de Heracles, literalmente "Gloria de Hera" (miren por dónde vengo a enterarme de que el bueno de Hércules se llamaba en realidad Gloria), en un intento por aplacar la justa ira de su esposa. Intento futil pues la desairada diosa no sólo hizo pagar a la pobre Galantis muy cara su fidelidad a la reina convirtiéndola en comadreja y condenándola a parir a sus hijos poniendo huevos por la boca (ya les he dicho que estas cosas de dioses son muy raras), sino que, no contenta con eso, trató de matar al tierno infante enviando dos enormes serpientes para que lo asfixiaran en la cuna. Heracles, que ya apuntaba maneras, se hizo un par de sonajeros con las bichas como si nada.

Alcmena, harta seguramente de todos aquellos tejemanejes entre los olímpicos, decidió abandonar a Heracles en medio del campo, maniobra que fue observada por Zeus, que para eso era un dios y podía verlo todo. Zeus preparó su siguiente jugada. Convenció a su hija Atenea para que le echase un cable (por cierto que el nacimiento de Atenea tampoco tiene desperdicio, aunque no es el momento de narrarlo ahora) y se llevase a Hera a dar un paseíto por el campo cercano a Tebas. "Casualmente", las diosas se tropezaron con la criatura a quien Hera por lo visto no reconoció pues, por muy diosa que fuese, le pasaba como a todo el mundo y todos los bebés le parecían igual de feos. Como el niño no paraba de llorar, Atenea convenció a Hera para que lo amamantase y en ello estaba cuando, de repente, reconoció al crío como el hijo de Alcmena y Zeus y lo apartó de su pecho violentamente de modo que un chorro de su leche salpicó el firmamento. Sí, lo han adivinado, por eso nuestra galaxia se llama Vía Láctea y no debido al patrocinio de ninguna industria lechera.

Por cierto, otra versión de esta historia narra que fue el dios Hermes quien acercó a Heracles al pecho de la dormida Hera para que mamase sin que ésta se diera cuenta pero el chavalote chupó con tanta fuerza que hizo brotar un río de leche de la divina teta, con el consiguiente fastidio de la diosa. Esta versión es la que narra el cuadro de Tintoretto que ilustra estas líneas: "El Origen de la Vía Láctea".

El Origen de la Vía Láctea (Tintoretto)

Después de aquello y dado que lo que no mata engorda, Heracles creció sano y fuerte, corriendo innumerables aventuras a lo largo de su vida. Aventuras que le llevaron a recorrer todo el mundo conocido, desde el extremo oriente (que por aquel entonces estaba un poco más allá de Grecia, no se vayan a creer) hasta las columnas que llevan su nombre en el extremo occidental del Mediterráneo. Sí, eso, las columnas de Hércules, o sea, el estrecho de Gibraltar.

Pero dejaré para mejor ocasión el relato de las hazañas de Heracles y terminaré diciendo que tras su muerte, acaecida muchos años después a resultas de un incidente con el centauro Neso, subió al Olimpo donde, hechas ya las paces con su madrastra Hera, se casó con una hija de ésta, Hebe.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Manglar

Mangrove Mystique (Ana I. Quirós)

El aire del bosque olía a hongos, a humedad, a musgo. Largos jirones de una niebla espesa y pegajosa se arrastraban casi a ras de suelo enroscándose en torno a los troncos de los árboles. Pensó que era la atmósfera perfecta para una de aquellas historias de fantasmas que solían contar los chicos, la cara iluminada por la rojiza luz de una linterna, frente a la hoguera de un campamento. Caminó sin prisas en dirección a la orilla del pantano y siguió adelante incluso cuando sus pies comenzaron a caminar sobre el agua. Sólo se detuvo al volver a flotar sobre la tierra seca al otro lado, en el lugar en que había muerto.

jueves, 16 de agosto de 2007

Ciencia con clase


Antes de llegar al meollo del asunto, unos cuantos rodeos para ponernos en situación, según mi costumbre.

La siguiente imagen, ilustra el fenómeno conocido como Efecto Doppler. El punto negro quiere ser un cuerpo que está emitiendo una onda sonora (círculos) y que se ha ido desplazando hacia la derecha, en la dirección y sentido que marca la flecha.


En esta situación, las ondas de sonido se comprimen en el sentido del desplazamiento por lo que un observador (un "oidor", sería mejor decir) situado a la derecha notará que la frecuencia de las ondas es mayor que la que percibirá un observador situado a la izquierda, detrás de la fuente en movimiento. Para quien necesite refrescar lo que nos contaban en el cole, la frecuencia de una onda no es más que la cantidad de ondas que pasan por un punto determinado en la unidad de tiempo así que es fácil entender que, a igual velocidad, cuanto "más juntas" estén las ondas, mayor será su frecuencia.

El fenómeno recibe su nombre en honor a su descubridor, Christian Johann Doppler (1.803-1.853), y se verifica no solamente en las ondas sonoras sino en todas las ondas electromagnéticas, incluida la luz. En él se basan los físicos para afirmar que el universo se expande pues, miren donde miren, la frecuencia de la luz proveniente de las estrellas está "desplazada" exactamente en la cantidad que se esperaría para una fuente luminosa que se aleja del observador, según el efecto Doppler.

Pero sigamos con el sonido. Cuando nuestros detectores de ondas sónicas (vulgarmente conocidos como orejas) llevan a través del oído hasta el cerebro dichas ondas, las frecuencias comprendidas entre los 20 Hz (Hertzios) y los 20.000 Hz son traducidas a sonidos, que interpretamos como más agudos o más graves dependiendo de su frecuencia. Una forma de verificar experimentalmente el efecto Doppler, por tanto, sería poner en movimiento una fuente de sonido y medir la variación en la frecuencia de dicho sonido.

Y aquí entra en escena el señor Christoph Ballot (1.817-1.890), meteorólogo y físico holandés, que diseñó el que sin duda alguna es el experimento con más clase y elegancia de la historia de la ciencia. Ballot dispuso una orquesta sobre una plataforma en un vagón de tren en la línea Utrecht-Amsterdam y, dado que no tenía un osciloscopio a mano, situó en distintos puntos del trayecto a otros músicos que irían registrando las notas musicales que percibían (una nota musical no es más que una frecuencia concreta, por ejemplo, el LA central de un piano se corresponde con una frecuencia de 440 Hz).

El tren se puso en marcha y la orquesta atacó los compases de algún éxito del momento, tal vez algo de Liszt o de Schumann (corría el año 1.845, supongo que Brahms era demasiado joven aún para haber entrado en el hit-parade).

Una vez finalizado el concierto-experimento, los músicos compararon sus anotaciones, comprobando que las alteraciones en las notas que habían percibido con respecto a la partitura original, se ajustaban a las variaciones de frecuencia predichas por el efecto Doppler. No está documentado pero tengo entendido que después de tan ferroviario concierto, se sirvió un pequeño refrigerio a base de huevas de cangrejo y champán rosado.

Tampoco está documentado, pero es casi seguro que Ballot debió de darse de cabezazos contra la pared al darse cuenta de que el asunto le habría salido mucho más barato, aunque más vulgar, eso sí, si el tren simplemente hubiera hecho sonar su silbato mientras pasaba frente a un observador.

Y es que el cambio de frecuencia debido al efecto Doppler es algo que nosotros, urbanitas modernos, comprobamos todos los días cuando estamos parados en la acera y pasa frente a nosotros un coche, con su chiunnnnn característico.

Y, hablando de coches, en el efecto Doppler se basan, precisamente, los radares que utiliza la policía para determinar la velocidad de un vehículo y poder así endosarte una bonita multa por ir a más de 300 Km/h con una tartana que no pasa de 80 con viento a favor, como hemos visto en las noticias un par de veces. Errare humanum est, ¿no? Y maquinarium también, parece.