sábado, 2 de junio de 2007

Casablanca

Me acordé de Casablanca porque ando otra vez con el tiempo a las vueltas. No corre.

Me acordé, mejor dicho, de la canción central de la película, que habla de cosas que suceden según va pasando el tiempo y me acordé, claro, de la frase más famosa de la historia del cine: "Tócala otra vez, Sam". Puede parecer chocante pero esta frase nunca fue pronunciada en Casablanca sino que fue el título de una obra de teatro posteriormente llevada al cine por Woody Allen como "Sueños de seductor".

Una demostración más de cómo una confusión puede asentarse en la memoria colectiva hasta convertirse en verdad grabada a fuego.

Si no ésa, hay otras frases memorables en el guión. Cuando Strasser, el alemán, le pregunta a Rick cuál es su nacionalidad, éste responde con un contundente "Soy borracho". No digo yo que el nacionalismo sea comparable con la adicción al alcohol aunque no cabe duda de que algunos nacionalistas especialmente violentos se comportan con la salvaje obstinación de quien es presa del delirium tremens.

La película termina con el comienzo de una hermosa amistad entre el capitán Renault y Rick.

Siempre me han gustado los finales que no finalizan, esos finales que solamente cierran la historia que te han estado contando pero dejan libres a los personajes para continuar con sus existencias. Existencias que parecen, por ello, más cercanas, más reales. A fin de cuentas, a todos nos ocurre que los sucesivos finales que experimentamos a lo largo de la vida son sólo los principios de nuevos episodios. Al menos hasta el final último, cuando te embalan en una caja de madera.

Pero ahora lo que me hace falta es que el tiempo vaya más deprisa. Luego puede detenerse para siempre, si quiere, pero que corra ahora y me devuelva los trinos que se llevó.

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