jueves, 2 de junio de 2011

No hay más democracia que la que arde

Tras un par de semanas de acampadas, movilizaciones y cargas policiales, parece que no nos ha dado tiempo de pararnos a reflexionar un poco sobre el alcance de este estallido popular de indignación que corre por España contagiando, de paso, a media Europa. Estamos pidiendo nada menos que democracia real (ya) como si lo que tenemos no fuera democracia o fuera una democracia imperfecta, alejada de esa democracia real (plena, perfecta, ideal) que tenemos en nuestras mentes. Nos declaramos demócratas convencidos y pacifistas de corazón pero basta con analizar siquiera superficialmente la cuestión para caer inmediatamente en la cuenta de que (a) si lo que queremos es democracia y no la tenemos es que estamos sometidos a tiranía y, por tanto, no sé a qué esperamos para iniciar una revolución de las de verdad, no esta especie de pataleta bucólica que no nos lleva a parte alguna o (b) la democracia es esto que tenemos, no otra cosa más o menos idealizada que podamos imaginarnos y, por lo tanto, si lo que queremos es esa otra cosa, no podemos autodenominarnos demócratas y más nos valdría, otra vez, procurar la ruptura del sistema. Desde luego, no es que esté llamando a las armas ni me parece que la revolución sea la solución a nuestros problemas actuales pero la conclusión a la que nos abocan esas dos posibilidades (o tenemos democracia o no la tenemos) se resume en la frase de doble sentido que sirve de título a esta nota: no hay más democracia que la que arde.

Es mi opinión que la democracia es esto que tenemos y no puede ser otra cosa más perfecta, como trataré de demostrar.

Pero empecemos por el principio y definamos lo que es la democracia o, al menos, tratemos de identificar qué es aquello a lo que llamamos democracia. Cuando pensamos en ello, la mayoría de nosotros apelamos a la etimología, ya sabéis: demos=pueblo, cracia=gobierno y, por tanto, la democracia es el gobierno del pueblo. Parece una definición tan evidente que ni siquiera nos paramos a pensar en lo que significa. Analicemos la definición, aunque sea superficialmente.

Lo que significa "gobierno" está bastante claro pero saber lo que es "el pueblo" ya es harina de otro costal. En principio, podemos saber quiénes son Pepe, Manolo o María, ciudadanos de a pie (o de a caballo, da igual) pero no hay nada material, palpable, físico, identificable como "el pueblo". Vale, vale, es cierto que, habitualmente, se considera que "el pueblo" es simplemente la suma de los Pepes y Marías, es decir, el conjunto de todos los ciudadanos que habitan en un determinado territorio. Tengo objeciones al respecto ya que no todas las personas que habitan en el territorio de un estado son consideradas ciudadanos de pleno derecho pero aceptémoslo, de todas formas, y supongamos España, que tiene unos 47 millones de habitantes (censo municipal de 2010). A cualquiera que se pare a pensar le resultará inmediatamente evidente que la participación de todas y cada una de esos 47 millones de personas en el gobierno de la nación originaría un caos absoluto y tal democracia sería inviable. De hecho, ningún país del mundo (y ninguno significa ninguno, pequeño o grande, democrático o no) pone realmente el gobierno en manos del pueblo de esa forma que podríamos llamar "asamblearia". Es decir, la democracia, definida como el gobierno del pueblo, no existe más que como idealización más o menos utópica, con lo que ya de partida (por definición) resulta que la democracia es una cosa que no existe sino que lo que hay, en su lugar, es una serie de mecanismos, procedimientos, conceptos y tecnologías que, en conjunto, dan forma a eso que llamamos "democracia". Por ejemplo, dado que es evidente que el pueblo al completo no puede gobernar, se eligen representantes para que lo hagan en su nombre: concejales, ministros, diputados, senadores, congresistas, etc. que se erigen, de este modo, en portavoces de "la voluntad del pueblo".

Pero, ay, si ya resultaba difícil definir el concepto de "pueblo", identificar lo que es "la voluntad del pueblo" se me antoja casi milagroso. ¿Cómo puede nadie atreverse a decir que representa la voluntad de 47 millones de personas? Para empezar, ¿es que esos 47 millones de personas tienen una sola voluntad? ¿Es que entre esos 47 millones no se dan opiniones distintas, corrientes de pensamiento diferentes, discrepancias ideológicas o, simplemente, gustos y preferencias diversos?

Por este motivo, precisamente, entra en escena otro de los conceptos asociados a la democracia: el concepto de "mayoría". En democracia se vota y se acata lo que diga la mayoría considerándose a partir de ese momento que ésa es la voluntad del pueblo. Esa correlación mayoría=totalidad es completamente falsa, por más que se respete como parte de las reglas de juego. Piénsese que la diferencia entre la mayoría y la minoría puede ser de un solo voto, con lo que ese único voto sería, por tanto, el conformador de la voluntad del pueblo lo cual es completamente absurdo, desde el punto de vista estadístico en que se basa el concepto de mayoría. Aún más absurdo resulta si tenemos en cuenta que, como apuntaba más arriba, no todo el mundo tiene derecho a voto con lo que una cosa es "el pueblo" y otra muy distinta "el electorado" por más que en el juego democrático se confundan ambas cosas. Para más inri, en una convocatoría típica, tan sólo vota aproximadamente entre el 50% y el 75% del electorado con lo que, haciendo cuentas, al gobernante a quien se le llena la boca diciendo que tiene "mayoría absoluta" y que es el representante de su pueblo y la personificación de la voluntad popular y qué sé yo, le habrá votado, en el mejor de los casos, una cuarta parte de ese pueblo.

Consultando los resultados de las elecciones generales de 2008, se observa que el PSOE, ganador de esas elecciones, obtuvo unos 11 millones de votos sobre 46 millones de habitantes, lo cual supone, aproximadamente, un 24%: el algodón no engaña, las matemáticas menos.

Y, de esta forma, hemos llegado al pantanoso terreno donde habitan los partidos políticos.

¿A qué votamos cuando metemos nuestra papeleta en la urna? ¿Votamos al programa económico que va a sacarnos de la crisis? ¿A las medidas sociales que van a acabar con la pobreza o el paro? ¿A los métodos policiales que van a derrotar a la delincuencia o al terrorismo? ¿A las políticas pacifistas que harán innecesarios los ejércitos? ¡Qué sabemos nosotros! ¿Somos acaso economistas, sociólogos, diplomáticos, ingenieros, etc.? Cada uno de nosotros será, en el mejor de los casos, una de esas cosas y tendrá conocimientos, tal vez incluso soluciones a problemas, acerca de esa materia que domina en particular pero, en general, nosotros, el pueblo, lo que queremos es que no haya paro, que la seguridad social nos pague los medicamentos, que nos garanticen las pensiones de por vida o que no haya que hacer la mili, sin saber ni una palabra de relaciones internacionales, de políticas educativas, de confección de los presupuestos de un estado, de macro-economía o de sanidad pública. Sin tener ni la más remota idea de gobernar países, dicho más crudamente. Y como lo normal es que no sepamos nada de esas cosas, "confiamos" en los programas políticos de los partidos y les damos nuestro voto. A menudo ni siquiera eso pues la mayoría de nosotros nos limitamos a votar por las siglas de un partido basándonos en cuestiones secundarias como la historia detrás de esas siglas, el carisma del candidato, la calidad de su oratoria en los debates, el apoyo que recibe su campaña por parte de los medios de comunicación o, peor aún, lo bien que queda en las fotos de los carteles, sin preocuparnos siquiera de leer las propuestas de sus programas electorales.

Se observa en este apresurado análisis que no es, por tanto, que los partidos políticos representen nuestra voluntad sino que, en cierto sentido, conforman, moldean, dirigen, nuestra voluntad. El pueblo no expresa su voluntad en las urnas, como suele decirse, sino que, en realidad, se limita a estar de acuerdo con la voluntad de los partidos, lo cual es completamente distinto.

Pero en esto consiste la democracia, la auténtica y palpable democracia. Pedir democracia real es pedir lo que ya tenemos.

Pero si lo que queremos es otra cosa... acabo como empecé: no hay más democracia que la que arde.


jueves, 22 de noviembre de 2007

Tango


Arrastrar por los charcos la tristeza
como el niño
arrastra la cometa que no pudo volar.
Imprecar
a la nube que pasa,
al camino que no lleva a parte alguna
y al viandante que lo transita
con inseguros pasos de perro apaleado.

Maldecir a la mujer a quien se adora.
Ahogarse.
Ahogarse en la marea creciente
de las lágrimas que pugnan por brotar.
Estampar
el roto y sangrante corazón
contra el viejo, húmedo, empedrado.

En una palabra:
tango.

viernes, 12 de octubre de 2007

Navegante


Casi un mes ya desde nuestra partida con rumbo a lo inexplorado. Atrás dejábamos entonces la fresca brisa de nuestra patria y los familiares aromas del hogar en busca de fama y, acaso, riquezas en un mundo nuevo. El estímulo de la aventura nos hacía mirar las estrellas con excitación apenas contenida a medida que las formas familiares de las constelaciones dejaban paso a otras distintas. Nuevas. Desconocidas. Fascinantes. Todo iba bien hasta que la nave sufrió la rotura que la detuvo en esta zona ignota que no figura en mapa alguno.

Cartographer (Donato Giancola)
A falta de una estrella de referencia de la que poder extrapolar nuestra posición, las computadoras de navegación no pueden decirnos cómo salir de esta remota parcela de la galaxia. Debo intentar trazar nuestra derrota manualmente, como antaño hicieron otros navegantes antes que yo. Será una enorme ironía del destino que de entre todos estos rudos aventureros del espacio venidos de cien planetas distintos sea yo, una sencilla mujer de la Tierra, quien salve esta misión del desastre.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Un día como hoy


Un día como hoy, 23 de septiembre del año 63 a.C., Atia Balba Cesonia, sobrina de Julio César, da a luz un retoño al que pone por nombre Cayo Octavio Turino y al que la historia recordará como Octavio Augusto, heredero de César que será el encargado de dar el golpe de gracia a la moribunda República Romana y se convertirá, de facto, en el primer emperador de Roma.

El Imperio Romano se escindirá en dos y en Oriente, un 23 de septiembre del año 867, Basilio I se convierte en el primer emperador de la dinastía Macedónica al subir al trono de Bizancio tras dar muerte a Miguel III.

El Imperio Romano de Occidente, por su parte, ha caído ante el empuje de las tribus germánicas pero de sus cenizas se levantará el Sacro Imperio Romano Germánico. Un 23 de septiembre del año 1.122 se firma el Concordato de Worms entre el emperador Enrique V y el papa Calixto II con el que se pone fin a la Guerra de las Investiduras acordando que el papa nombrará obispos en territorio alemán entregándoles anillo y báculo pero será el emperador quien tendrá la potestad de otorgarles derechos feudales sobre los territorios de los obispados.

En el extremo oriental de Europa, es un 23 de septiembre de 1.762 cuando Catalina II, la Grande, es proclamada zarina de todas las Rusias tras destronar a su marido, Pedro III mientras que en occidente, en lo que una vez fue la Galia conquistada por César, casi exactamente treinta años después, el 22 de septiembre de 1.792, la Convención Nacional declara la república en Francia.

viernes, 7 de septiembre de 2007

África


Me hablaron una vez del sufrimiento de todo un continente, del desesperar lento y resignado de millones de almas, de la muerte y de la sangre y de ríos que se volvieron salados por tanta lágrima vertida. Me hablaron y me hablaron y me enseñaron fotos de moscas y llagas purulentas, de chozas humeantes después del incendio y de manos y pies amputados a golpe de machete. Me lo contaron todo a la hora de la cena y me importó poco o nada.

Pero en algún lugar de la sabana, protegida del implacable sol y a resguardo de las botas claveteadas que podrían pisotearla, la semilla de la esperanza germinará allí donde cayó.

La Main Verte (Séverine Pineaux)

jueves, 6 de septiembre de 2007

Adiós, Luciano


No se me ocurre mejor panegírico que escucharle cantar el "Nessun Dorma".

jueves, 30 de agosto de 2007

Ángela

Men and angels (James Christensen)
Ángela experimentaba el lento deslizar del tiempo con la precisión de un mecanismo de relojería. Podía ver su pasado como una interminable sucesión de postes clavados a la orilla de un camino que se perdía en la distancia, más allá del horizonte. Se sentía como un viejo óleo cuya pintura comenzaba a descascarillarse, un objeto próximo a ser arrinconado por inservible.

Mas de las brumas de ese mismo tiempo al que temía surgió la voz que le susurró al oído las palabras que tanto había ansiado escuchar: el futuro no existe y debe ser construído minuto a minuto mientras nos quede aliento.

jueves, 23 de agosto de 2007

El nacimiento de Heracles


Es harto sabido que Zeus era un playboy de cuidado y se tiraba todo lo que se movía por Grecia y alrededores, así que cuando le echó los ojos encima a Alcmena, poco le importó la condición de casada de ésta para intentar echarle encima alguna otra cosa, además de los ojos. Ni corto ni perezoso, tomó la apariencia de Anfitrión de Tebas, el marido de Alcmena que llevaba mucho tiempo fuera de casa, ocupado en alguna guerra, para yacer impunemente con ella, haciendo buena su frase favorita: haz el amor y no la guerra. Zeus, zorro viejo, se compinchó con Helios, las Horas, Selene y Morfeo, de modo que consiguieron entre todos alargar aquella noche haciéndola durar treinta y seis horas, nada menos, en el transcurso de las cuales se puso morado en brazos de Alcmena. ¡Un pillo, papá Zeus!

Casualidades de la vida, el bueno de Anfitrión volvió de la guerra el dia siguiente y Alcmena quedó embarazada de gemelos (además de sorprendida y exhausta, aunque encantada, por la vitalidad de su marido después de la jornada intensiva de la noche anterior).

Ya en el Olimpo unos meses después, Zeus se jactaba ante sus amigotes de la hazaña de haber engendrado en Alcmena al que habría de ser heredero de la casa de Perseo, de quien la mortal era nieta. Hera, la divina esposa de Zeus, se mordía la lengua mientras tanto, tramando su venganza contra el rijoso de su marido. Así que consiguió arrancar de Zeus el juramento solemne de que el primer nacido de la casa de Perseo sería rey, Hera se apresuró a bajar a tierra para hacer que Euristeo, primo de Heracles y también descendiente de Perseo, naciera prematuramente. Euristeo nació, efectivamente, sietemesino y sería, tiempo después, el rey a cuyo servicio tendría Heracles que efectuar sus célebres doce trabajos a fin de conseguir la inmortalidad.

Pero el ataque de cuernos de Hera exigía más que eso. Decidida a que Heracles no llegara siquiera a nacer, se plantó ante Alcmena con las piernas cruzadas y las ropas atadas con apretados nudos, impidiendo de este modo el parto. A mí no me pregunten por qué no le dió simplemente una pildora del día después o similar, son cosas de diosas en las que ni entro ni salgo (con perdón).

En esas estaban, esperando a que los fetos muriesen en el interior del vientre de Alcmena, cuando una de sus sirvientes, Galantis, anunció a la diosa que el parto ya había tenido lugar, noticia ante la cual saltó Hera, sorprendida, y los nudos se desataron permitiendo que Alcmena se pusiera realmente de parto (sí, bueno, parece tontería pero ya les he dicho que en esas cosas no me meto).

Alcmena dio a luz gemelos, uno de los cuales se llamó Ificles y era mortal (se supone que fruto de la semilla de Anfitrión) mientras que el otro sería un semidiós al haber sido engendrado por Zeus durante aquella noche loca que duró día y medio. Zeus dio al niño el nombre de Heracles, literalmente "Gloria de Hera" (miren por dónde vengo a enterarme de que el bueno de Hércules se llamaba en realidad Gloria), en un intento por aplacar la justa ira de su esposa. Intento futil pues la desairada diosa no sólo hizo pagar a la pobre Galantis muy cara su fidelidad a la reina convirtiéndola en comadreja y condenándola a parir a sus hijos poniendo huevos por la boca (ya les he dicho que estas cosas de dioses son muy raras), sino que, no contenta con eso, trató de matar al tierno infante enviando dos enormes serpientes para que lo asfixiaran en la cuna. Heracles, que ya apuntaba maneras, se hizo un par de sonajeros con las bichas como si nada.

Alcmena, harta seguramente de todos aquellos tejemanejes entre los olímpicos, decidió abandonar a Heracles en medio del campo, maniobra que fue observada por Zeus, que para eso era un dios y podía verlo todo. Zeus preparó su siguiente jugada. Convenció a su hija Atenea para que le echase un cable (por cierto que el nacimiento de Atenea tampoco tiene desperdicio, aunque no es el momento de narrarlo ahora) y se llevase a Hera a dar un paseíto por el campo cercano a Tebas. "Casualmente", las diosas se tropezaron con la criatura a quien Hera por lo visto no reconoció pues, por muy diosa que fuese, le pasaba como a todo el mundo y todos los bebés le parecían igual de feos. Como el niño no paraba de llorar, Atenea convenció a Hera para que lo amamantase y en ello estaba cuando, de repente, reconoció al crío como el hijo de Alcmena y Zeus y lo apartó de su pecho violentamente de modo que un chorro de su leche salpicó el firmamento. Sí, lo han adivinado, por eso nuestra galaxia se llama Vía Láctea y no debido al patrocinio de ninguna industria lechera.

Por cierto, otra versión de esta historia narra que fue el dios Hermes quien acercó a Heracles al pecho de la dormida Hera para que mamase sin que ésta se diera cuenta pero el chavalote chupó con tanta fuerza que hizo brotar un río de leche de la divina teta, con el consiguiente fastidio de la diosa. Esta versión es la que narra el cuadro de Tintoretto que ilustra estas líneas: "El Origen de la Vía Láctea".

El Origen de la Vía Láctea (Tintoretto)

Después de aquello y dado que lo que no mata engorda, Heracles creció sano y fuerte, corriendo innumerables aventuras a lo largo de su vida. Aventuras que le llevaron a recorrer todo el mundo conocido, desde el extremo oriente (que por aquel entonces estaba un poco más allá de Grecia, no se vayan a creer) hasta las columnas que llevan su nombre en el extremo occidental del Mediterráneo. Sí, eso, las columnas de Hércules, o sea, el estrecho de Gibraltar.

Pero dejaré para mejor ocasión el relato de las hazañas de Heracles y terminaré diciendo que tras su muerte, acaecida muchos años después a resultas de un incidente con el centauro Neso, subió al Olimpo donde, hechas ya las paces con su madrastra Hera, se casó con una hija de ésta, Hebe.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Manglar

Mangrove Mystique (Ana I. Quirós)

El aire del bosque olía a hongos, a humedad, a musgo. Largos jirones de una niebla espesa y pegajosa se arrastraban casi a ras de suelo enroscándose en torno a los troncos de los árboles. Pensó que era la atmósfera perfecta para una de aquellas historias de fantasmas que solían contar los chicos, la cara iluminada por la rojiza luz de una linterna, frente a la hoguera de un campamento. Caminó sin prisas en dirección a la orilla del pantano y siguió adelante incluso cuando sus pies comenzaron a caminar sobre el agua. Sólo se detuvo al volver a flotar sobre la tierra seca al otro lado, en el lugar en que había muerto.

jueves, 16 de agosto de 2007

Ciencia con clase


Antes de llegar al meollo del asunto, unos cuantos rodeos para ponernos en situación, según mi costumbre.

La siguiente imagen, ilustra el fenómeno conocido como Efecto Doppler. El punto negro quiere ser un cuerpo que está emitiendo una onda sonora (círculos) y que se ha ido desplazando hacia la derecha, en la dirección y sentido que marca la flecha.


En esta situación, las ondas de sonido se comprimen en el sentido del desplazamiento por lo que un observador (un "oidor", sería mejor decir) situado a la derecha notará que la frecuencia de las ondas es mayor que la que percibirá un observador situado a la izquierda, detrás de la fuente en movimiento. Para quien necesite refrescar lo que nos contaban en el cole, la frecuencia de una onda no es más que la cantidad de ondas que pasan por un punto determinado en la unidad de tiempo así que es fácil entender que, a igual velocidad, cuanto "más juntas" estén las ondas, mayor será su frecuencia.

El fenómeno recibe su nombre en honor a su descubridor, Christian Johann Doppler (1.803-1.853), y se verifica no solamente en las ondas sonoras sino en todas las ondas electromagnéticas, incluida la luz. En él se basan los físicos para afirmar que el universo se expande pues, miren donde miren, la frecuencia de la luz proveniente de las estrellas está "desplazada" exactamente en la cantidad que se esperaría para una fuente luminosa que se aleja del observador, según el efecto Doppler.

Pero sigamos con el sonido. Cuando nuestros detectores de ondas sónicas (vulgarmente conocidos como orejas) llevan a través del oído hasta el cerebro dichas ondas, las frecuencias comprendidas entre los 20 Hz (Hertzios) y los 20.000 Hz son traducidas a sonidos, que interpretamos como más agudos o más graves dependiendo de su frecuencia. Una forma de verificar experimentalmente el efecto Doppler, por tanto, sería poner en movimiento una fuente de sonido y medir la variación en la frecuencia de dicho sonido.

Y aquí entra en escena el señor Christoph Ballot (1.817-1.890), meteorólogo y físico holandés, que diseñó el que sin duda alguna es el experimento con más clase y elegancia de la historia de la ciencia. Ballot dispuso una orquesta sobre una plataforma en un vagón de tren en la línea Utrecht-Amsterdam y, dado que no tenía un osciloscopio a mano, situó en distintos puntos del trayecto a otros músicos que irían registrando las notas musicales que percibían (una nota musical no es más que una frecuencia concreta, por ejemplo, el LA central de un piano se corresponde con una frecuencia de 440 Hz).

El tren se puso en marcha y la orquesta atacó los compases de algún éxito del momento, tal vez algo de Liszt o de Schumann (corría el año 1.845, supongo que Brahms era demasiado joven aún para haber entrado en el hit-parade).

Una vez finalizado el concierto-experimento, los músicos compararon sus anotaciones, comprobando que las alteraciones en las notas que habían percibido con respecto a la partitura original, se ajustaban a las variaciones de frecuencia predichas por el efecto Doppler. No está documentado pero tengo entendido que después de tan ferroviario concierto, se sirvió un pequeño refrigerio a base de huevas de cangrejo y champán rosado.

Tampoco está documentado, pero es casi seguro que Ballot debió de darse de cabezazos contra la pared al darse cuenta de que el asunto le habría salido mucho más barato, aunque más vulgar, eso sí, si el tren simplemente hubiera hecho sonar su silbato mientras pasaba frente a un observador.

Y es que el cambio de frecuencia debido al efecto Doppler es algo que nosotros, urbanitas modernos, comprobamos todos los días cuando estamos parados en la acera y pasa frente a nosotros un coche, con su chiunnnnn característico.

Y, hablando de coches, en el efecto Doppler se basan, precisamente, los radares que utiliza la policía para determinar la velocidad de un vehículo y poder así endosarte una bonita multa por ir a más de 300 Km/h con una tartana que no pasa de 80 con viento a favor, como hemos visto en las noticias un par de veces. Errare humanum est, ¿no? Y maquinarium también, parece.

martes, 31 de julio de 2007

Otoño


Pues, no sé muy bien por qué, me he puesto otoñal el último día de julio. Serán cosas del calentamiento global ése, que comienza a reblandecer seseras y aniquilar neuronas como vulgar vino peleón. En fin.


Cuando el verano termina los colores del mundo se entibian, los bosques se visten con tonos ocres y dorados y el cielo frunce el ceño y busca cómo pintarse la cara a lo ancho de toda la gama de los grises, sin acabar de decidirse. Los tejados entretienen el tedio de las tardes plomizas dejando caer gotas de agua sobre las cabezas de los que pasan mientras, húmedos y ateridos, los amantes y los pájaros buscan el refugio de los porches en penumbra para darse un beso de buenas noches picoteándose los labios.

Cuando venga el otoño, el viento me traerá en volandas el perfume de tu pelo y me susurrará al oído tu nombre. No tendré más remedio que volver a amarte de nuevo desde el principio.

viernes, 27 de julio de 2007

Evolucionando


Año de gracia de 2.007, parece mentira. Fue ayer apenas cuando imaginaba el redondo año 2.000 como una barrera mística más allá de la cual se encontraba el futuro. La ciencia ha traído de la mano, ciertamente, avances tecnológicos apenas soñados hace treinta o treinta y cinco años y ha conseguido que el conocimiento humano sobre el mundo se haya incrementado exponencialmente.

Retrotrayéndonos un poco en el tiempo, vemos que una gran parte de ese conocimiento ha sido adquirido por la humanidad durante el transcurso del último par de siglos gracias, fundamentalmente, al desarrollo del método científico, esa herramienta constructiva que hace que solamente se eleven a la categoría de "conocimiento", aquellas observaciones que han sido debidamente aquilatadas. Ya lo he contado, someramente, en otro xuspiro: El Método Científico

Me gustaba pensar que la humanidad, gracias a la aplicación sistemática del método, dejaría atrás la superchería y enterraría para siempre la insana costumbre de anatematizar el avance del conocimiento invocando inamovibles tradiciones envueltas en el halo de santidad que suele dar a leyendas y mitos el paso del tiempo. Me equivocaba, claro. A día de hoy sigue habiendo una fuerte reacción por parte del fundamentalismo religioso, tanto cristiano como musulmán y judío, a aceptar algo tan sencillo como la incontrovertible realidad de la evolución.

Son pocos pero, como se suele decir de terroristas y otras malas hierbas, hacen mucho ruido. El pastorcito evangélico que está de moda en la red últimamente así lo demuestra con sus gritos excesivos y sus ademanes de charlatán de feria. Si no lo han visto en las páginas de vídeos de internet o en el telediario de la tarde, benditos sean pues son inmunes al martilleo constante de la propaganda informativa. El chaval (no es más que un crío, por eso le he llamado "pastorcito") consigue arrancar de su extasiado rebaño encendidos aplausos cuando en el paroxismo de su actuación arremete contra "esos que dicen que somos de la evolución" (sic), momento en que yo suelo experimentar un sudor frío mientras el acre sabor del miedo me sube a la boca.

Sí, lo confieso. Tengo miedo de esta gente. Un miedo atroz a que consigan convencer a una sola persona de que lo que pregonan con voz desaforada y ojos que brillan con el mismo fulgor que el de los esquizofrénicos son algo más que simples dislates basados en la firme aunque absurda pretensión de que unos textos compuestos hace la tira de años en un rincón específico del planeta, contienen la verdad última acerca del diverso y cambiante universo que nos rodea, por más que dicha "verdad" contradiga lo que nos dice la experiencia cotidiana. Miedo a que sus tesis sin ninguna confirmación más allá de la que les brinda su propia fe, lleguen a equipararse a aquellas otras que se acogen al método científico y basadas, por tanto, en el saber y no en el creer. Tengo miedo de esas cosas porque, de conseguirlo, podrían hacer retroceder a la humanidad hasta los tenebrosos días de la Edad Media en los que todo conocimiento era puesto en tela de juicio por el mero hecho de no figurar en las páginas del libro sagrado. Aunque tal vez se contenten con hacernos retroceder solamente un par de siglos, como esos seguidores de la secta amish cuyo rechazo a la tecnología sólo alcanza hasta un cierto punto, aceptando la de siglos anteriores en un ejercicio de malabarismo intelectual que no acabo de comprender. Rechazan los botones como algo pecaminoso pero aceptan la ropa misma. Rechazan los automóviles pero no los carruajes tirados por caballos. Rechazan las máquinas pero no los arados... Como si todas esas cosas no fueran el resultado de la aplicación de una misma tecnología, más o menos desarrollada, a los mismos principios básicos. En fin.

El ataque a la evolución por parte de los fundamentalistas religiosos, suele basarse normalmente en un profundo desconocimiento de la misma, ignorancia que se pone de manifiesto desde la mismísima primera frase que sale de sus labios, que suele ser: "dicen que el hombre desciende del mono...". Pues no, mire usted. No dicen eso. Ni lo dice Darwin en su "El Origen de las Especies", ni lo dicen los neodarwinistas, ni lo dice la actual Teoría de la Evolución, ni lo dice nadie. Esa estupidez sólo la dicen, curiosamente (o quizás no tanto), los mismos que la atacan. Sea por ignorancia o absoluta falta de ética, una de dos, este proceder es lo que se conoce en lógica como "la falacia del hombre de paja" que consiste en que, independientemente de los argumentos del contrario, uno dice que dijo "lo que sea" y luego ataca ese "lo que sea" como falso. Precioso.

Lo que dice la teoría es que tanto monos como seres humanos descendemos de un antepasado común, lo cual es muy diferente.

Evolución
Otro punto básico de ataque es centrarse en que la Teoría de la Evolución es solamente eso, una teoría y, por lo tanto, podría estar equivocada con lo que la evolución no existiría. Otra vez la ignorancia o la falta de ética, según sea el caso, se ponen de manifiesto al no diferenciar el hecho observado de la teoría científica que lo explica. Porque la evolución, mis amigos, es un hecho, una constatación, una cosa real atestiguada por miles y miles de observaciones, mientras que la Teoría de la Evolución es simplemente el desarrollo científico que intenta explicar ese hecho. Es como si me dicen que, dado que la Teoría de la Gravitación de Newton ha sido superada por la Relatividad de Einstein, podemos decir que aquella era falsa y, por tanto, la gravedad no existe. Piensen lo que quieran pero, por favor, no se lancen desde un acantilado creyendo firmemente en la veracidad de lo que dicen. Les aseguro que se equivocan y que la gravedad sí que existe, a despecho de cuánto pudiera haber acertado o errado Newton a la hora de explicarla. Pues la evolución lo mismo. La teoría podría (no lo está, pero podría) estar absoluta y radicalmente equivocada y ello no invalidaría el hecho de que las especies de seres vivos actuales han evolucionado desde formas anteriores menos complejas. Lo único que invalidaría sería nuestra explicación de cómo o por qué lo han hecho pues es esto, y no otra cosa, lo que hacen las teorías científicas: explicar el porqué de las cosas.

El tercer punto de ataque desde las filas de la intolerancia fundamentalista suele ser que la Teoría de la Evolución no explica cómo surgió la vida desde la materia inanimada. Pues sí, oiga, en eso tienen razón, la teoría no explica eso. Añado yo de mi cosecha que tampoco explica cómo se prepara la tortilla de patata o por qué los jugadores de fútbol se tiñen el pelo de rubio platino. Qué cosas.

miércoles, 25 de julio de 2007

Santiago Matamoros

Santiago

Veintitrés de mayo del año de Nuestro Señor de ochocientos y cuarenta y cuatro, inmediaciones del castillo de Clavijo (La Rioja, España). El rey Ramiro de Asturias (primero de su nombre) está hasta el gorro del emir de Córdoba, Abderramán (segundo del suyo), que le ha reclamado un tributo consistente en cien doncellas abonables en efectivo (nada de letras bancarias o cheques pagaderos a treinta días) por lo que ha decidido darle batalla y aprestado para ello un lucido ejército compuesto en su mayoría por aguerridos norteños que piensan cuánto mejor estarían en sus agrestes montañas regando con abundante sidra una buena fabada. El cielo está parcialmente cubierto pero no hay riesgo de precipitaciones (según el último parte meteorólogico: la vieja herida de guerra del soldado Pelagio, que pica como mil demonios cada vez que se aproxima un cambio de tiempo). Pelagio apresta la lanza y embraza el escudo, inquieto ante la presumible escabechina que va a comenzar en breve, mientras piensa, misterios de la mente humana, que el viento relativamente seco de esta extremadura del reino en que se halla le viene mejor para los huesos que la humedad del valle asturiano en que nació. Tal vez se venga a vivir por aquí y repoblar un poco la zona, cuando esto termine. Una suave brisa de poniente cruza la llanura y hace flamear los ropones de los soldados, alineados en formación, prestos al combate. Estado de la mar: marejadilla.

Ramiro espolea su caballo y pasa revista a sus tropas, a las que ha arengado hace un momento relatándoles el sueño que ha tenido la noche pasada en el que el mismísimo apóstol Santiago se le ha presentado para decirle que estará junto a ellos en la batalla. Percibe en los rostros de los hombres signos de lo que tanto puede ser una cierta inquietud ante la promesa del sobrenatural acontecimiento como simplemente el miedo común y corriente que todo soldado experimenta ante la inminencia del combate. Las tropas de Abderramán, alineadas al otro extremo del angosto valle, han iniciado una violenta carga con los bereberes en el centro conformando el grueso de la vanguardia y aullando como endemoniados. Ramiro desenvaina su espada y suelta al aire lo que será el grito de guerra de los ejércitos españoles de ahí en adelante: "¡Santiago y cierra, España!".

El grito va con coma, muy importante. No se trata de cerrar España a cal y canto sino de cerrar filas, acometer, embestir al enemigo (acepción 32, nada menos, de la palabra "cerrar", hoy en desuso si no fuera por el Capitán Trueno y cuatro literatos). Aunque ahora que lo pienso, en el actual ejército español debe haber casi tantos soldados ecuatorianos y colombianos como españoles así que supongo que cuando entran en combate en el Líbano o Afganistán gritarán "¡Nuestra Señora de Coromoto nos valga!", o algo por el estilo.

Pero sigamos. Iba diciendo que Ramiro ordenó atacar invocando el nombre del apóstol.

Las huestes asturianas ya se lanzaban a la carga, dispuestas a topar a lo bestia contra el enemigo según imponía la moda de la época, cuando los cielos se abrieron y de entre la cegadora luminosidad del milagro, pues de eso se trataba, surgió un blanco caballo de no sabemos qué color a cuyos lomos venía jinete el mismísimo apóstol blandiendo una tizona de metro y medio con la que desbarató las filas enemigas cercenando cabezas de moros a diestra y siniestra.

El rey asturiano obtuvo una gran victoria aquel día y ya nunca más pagaría tributo a Córdoba.

La iglesia de Santiago, en Compostela, obtuvo una victoria aún mayor dos días después en Calahorra, cuando el rey hizo lo que se da en llamar "El Voto de Santiago", según el cual se le ofrecerían cada año las primeras cosechas y vendimias y, como a un caballero más, se repartiría a Santiago una parte del botín que se tomara a los moros.

Cosas de la historia, resulta que la única crónica de batalla tan importante y singular fue escrita cuatrocientos años después (hacia 1.243) por un obispo de Osma y arzobispo de Toledo llamado Rodrigo Jiménez de Rada, por lo que los historiadores (¡panda de herejes!) sospechan seriamente que tales acontecimientos nunca tuvieron lugar, ni de la forma en que se narran ni de otra cualquiera.

Pero Santiago sigue siendo patrón de las Españas y hoy, 25 de julio, se celebra su fiesta así que me voy a tomar un buen ribeiro y una ración de pulpo "a feira". Salud.

martes, 24 de julio de 2007

Solsticio de Verano

Trust


Será consecuencia, tal vez, de la conjunción cósmica de los astros pero cuando pienso en hacerte un regalo no se me ocurre nada más pequeño que un mundo. No es que te ame más o te ame menos pues es una imposibilidad matemática sumar o restar cualquier cosa a infinito. Será, probablemente, que durante el solsticio de verano la noche es tan corta que el sueño apenas si viene a visitarme y tengo, entonces, más tiempo para amarte.

lunes, 23 de julio de 2007

Siddartha

Buda

Unos cinco siglos antes de Cristo, nació en el Nepal un muchachito que, casi sin quererlo, a lo tonto y a lo bobo, como quien no quiere la cosa, por el procedimiento de sentarse debajo de una higuera, fundó lo que andando el tiempo llegaría a convertirse en una de las religiones con más adeptos del planeta. Se llamaba nuestro héroe Siddartha Gautama (en el idioma local se pronuncia muy raro y se escribe con un serie de palitroques y rayitas más raras aún) pero, como los toreros o los futbolistas argentinos, es más conocido por su alias: "el iluminado". Buda, si lo prefieren decir más corto y en sánscrito.

El padre de Buda, Suddhodana, era rey de no sé qué clan nepalí y poseía un suntuoso palacio en un lugar llamado Kapilavastu, a orillas del río Ganges. Puede decirse que Siddartha era lo que hoy llamaríamos "un niño de papá".

Pero empecemos por el principio.

La concepción de Buda, tal como la narra la tradición budista, es espectacular y tiene para nosotros, occidentales, sutiles reminiscencias de historias conocidas. Verán. La madre de Buda, Maya, una de las esposas de Suddhodana, soñó mientras hacía el amor con su esposo (la leyenda no aclara si antes, después o durante), que cuatro ángeles la tomaban y la transportaban con cama y todo al Himalaya para posteriormente bañarla en un lago con el fin de dejarla inmaculadamente libre de toda mancha humana. Después, tras extender un lecho divino con la cabecera hacia el Este y acostarla sobre él, una criatura celestial, un pequeño elefante blanco de seis colmillos que era el mismo Buda aún por nacer, se acercó al lecho y, tras dar tres vueltas en torno a él, se introdujo directamente en su costado derecho sin causarle dolor alguno. Los sabios consultados dictaminaron que tal sueño no podía significar otra cosa más que el niño así concebido sería santo y alcanzaría la perfecta sabiduría (?). La leyenda tampoco dice cómo llegaron a esta conclusión partiendo de aquel sueño pero quiénes somos nosotros para dudar de hombres tan sabios.

Si les pareció sobrenatural la concepción de Siddartha, esperen a oír cómo fue su nacimiento. Cuando llegó el momento del parto, Maya se dirigió al jardín, se agarró a la rama de un árbol y allí mismo, de pie, tuvo lugar el alumbramiento. Diez mil mundos se sacudieron, los fuegos de todos los infiernos se apagaron, los ciegos recobraron la vista, los sordomudos hablaron, las enfermedades cesaron entre los hombres y las aguas de los océanos se tornaron dulces. Buda salió del vientre de su madre como un hombre que baja por una escalera, con ambas manos y pies extendidos, sin mancha de impureza alguna ni señales del vientre materno. Casi podría decirse que fue un alumbramiento virginal. Buda afianzó ambos pies en el suelo, dio siete pasos hacia el Norte y, examinando las cuatro partes del mundo, exclamó: "Yo soy el principal, el mejor y el primero del mundo; éste es mi último nacimiento; nunca más volveré a nacer".

Como suele ocurrir en estos casos, el texto más antiguo que habla sobre Buda fue escrito unos 400 años después de su muerte así que vaya usted a saber si no habrán exagerado un poquitín porque eso de dar a luz en medio de un jardín suena rarísimo.

Siddartha vivió en casa de sus padres hasta los treinta años o por ahí (nada nuevo bajo el sol) y, durante ese tiempo, sólo conoció el lujo, la comodidad y la opulencia. El darse cuenta de que en el mundo había pobreza, dolor, enfermedad e, incluso, muerte, fue para él un tremendo shock que le condujo, no a intentar paliar esas cosas haciendo uso de su inmensa fortuna, como cabría esperar, sino a raparse la cabeza y echarse al camino a meditar y a aprender de los gurús que pululaban por allí, incluso antes de que los descubrieran los hippies. Ya ven. Buda no era budista (aún) pero como si lo fuera.

Eso sí, después de años y años de meditación, aprendió una cosa: que la meditación no bastaba.

Y después de tener unos cuantos maestros, aprendió otra cosa: que llegado a cierto punto, ningún maestro puede enseñarte nada más (no estoy muy seguro pero sospecho que ese punto es cuando el maestro ya te ha enseñado todo lo que sabe).

Descorazonado, decidió buscar el conocimiento en su propio interior así que, ni corto ni perezoso, se sentó bajo una higuera tomando la resolución de no levantarse de allí hasta encontrar la respuesta a los enigmas de la vida y de la muerte. Ya hemos dicho que Siddartha no era de extracción campesina, por eso no sabía que "la sombra de la higuera le hace mal a cualquiera" (uno que hizo lo mismo en mi pueblo estuvo allí tres días solamente antes de que se lo llevaran metido en una camisa de fuerza unos señores vestidos de blanco).

Pero la encontró, al parecer (la respuesta, digo, no la camisa de fuerza).

Sintiéndose más allá del dolor o el placer, completamente ajeno a las pasiones humanas, llegó a la convicción de que había logrado romper la rueda de la vida y ya no se reencarnaría más. Había alcanzado el nirvana.

Siddartha Gautama murió a la avanzada edad de ochenta años, parece ser que a causa de una intoxicación alimenticia, en medio de violentos vómitos, grandes hemorragias y atroces dolores que sobrellevó con gran entereza, según los testimonios que nos ha legado la tradición. Es lo que pasa cuando se va uno más allá de las pasiones humanas, que no se entera de lo que come.

Sus discípulos se encargarían de divulgar sus enseñanzas por toda Asia y parte de Hollywood.



jueves, 19 de julio de 2007

Micro-relatos

El fenómeno del cuento breve, del micro-relato, ni es reciente ni, creo yo, añade nada novedoso al arte de emborronar cuartillas pero parece el vehículo ideal para transportar literatura a través de las autopistas de la información. Mientras que puede resultar un poco pesado enfrentarse a las tropocientas páginas de Guerra y Paz frente a la pantalla de un ordenador, un cuentito de diez o doce líneas se lee, sin embargo, en uno o dos minutos sin mayor complicación que un e-mail. No es de extrañar que pulule por la red una inmensa legión de escritorzuelos aficionados empeñados en mostrar al mundo, desvergonzadamente, sus escritos. Verbigracia:

Richard Pantell - Couple (detalle)

Hace tanto tiempo que estamos juntos, querida mía, que nuestros cuerpos se han ido arrugando como frutas maduras y el recuerdo de aquella indecente proposición que nos hicieron una vez es apenas una gota en el vasto océano de nuestra memoria. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas la voz almibarada y seductora, la promesa del placer inmenso que experimentaríamos si nos aveníamos al trato? ¿Recuerdas el picante hormigueo de la tentación de dejarnos arrastrar por el goce de los sentidos, de sucumbir al pecado? ¿Recuerdas el jardín, el huerto, el árbol? A veces me pregunto qué habría pasado si hubiéramos llegado a comernos aquella manzana.

jueves, 5 de julio de 2007

Delirium


En las noches sin luna, mientras el viento aúlla tras los postigos enredándose en las lanzas de los cipreses, pequeños seres furtivos reptan por las paredes en la oscuridad de mi cuarto. Son diminutos y viscosos depredadores de aspecto monstruoso que buscan arrastrarme consigo al inframundo llamado locura en el que habitan y del que sólo emergen en noches insomnes como ésta.

Mi única defensa frente a esas hordas pavorosas consiste en sentarme frente a la ventana y, hora tras hora, buscar mi salvación en el fondo de una botella de whisky.

Up in the Studio (Andrew Wyeth)
Hay familias en las que el talento fluye de modo natural generación tras generación, o eso parece empeñarse en contarnos el árbol genealógico de los Wyeth. Andrew, nacido en 1.917, es autor de imágenes tan inquietantes como la que precede a estas líneas, "Arriba en el estudio", o la que las sucede, "El mundo de Christina", más conocida, quizás. Es hijo y padre de pintores, Newell Convers (N.C.Wyeth, para los museos) y Jamie, mientras que sus hermanos, Nathaniel y Henriette, son, respectivamente, inventor que patentó varios polímeros y pintora, madre del también artista Michael Hurd.

Christina's World (Andrew Wyeth)
Entre principios de los años setenta y mediados de los ochenta, Wyeth se dedicó a pintar a su vecina, Helga Testorf, al parecer sin que la modelo se enterase. Tampoco se enteró el marido de ésta, quien tras regresar de un viaje se encontró a su Helga en la portada de la revista Time. Sospecho que no debió hacerle mucha gracia.

Portada Time

lunes, 2 de julio de 2007

Ars gratia arts

El latinajo, que viene a ser algo así como "el arte por el arte", es el lema que enmarca al fiero león que presenta las películas de la Metro-Goldwyn-Mayer. O las presentaba, no sé si sigue haciéndolo. Me despisto. Hay películas que tienen la rara cualidad de trascender su propio tiempo a pesar de los sombreros, las metralletas Thompson o los Ford modelo T y parecen filmadas antes de ayer cuando ya han cumplido, en realidad, cincuenta o sesenta años.

Pero no iba a hablar de cine, sino de arte en general, movido por un curioso artículo que se subasta en el sitio de eBay. Se trata de un kit para investigar hombres-lobo, nada más y nada menos. ¡Que no hubieran dado Abott y Costello por uno!


El vendedor cuenta que se trata de una recopilación de artículos pertenecientes a un anónimo biólogo que dedicó media vida a perseguir a través de Europa al licántropo responsable del asesinato de su mujer e incluye cosas tales como un feto de licántropo albino procedente de una hembra abatida, varias piezas dentales, una botellita con nitrato de plata, muestras de tejido muscular y piel, dibujos anatómicos y papeles y notas varias que incluyen un par de cartas del siglo XIV que confirman la existencia de una civilización de hombres-lobo.


Sólo al final de la descripción hay una nota en la que el propio vendedor, alex cf, indica que no son artículos reales sino simplemente una pieza de arte confeccionada por él mismo.

Y es que en cuestión de arte vale todo, desde lo más sublime hasta lo increíblemente ridículo. Lo que conmueve a unos, y digo conmover en el sentido más amplio posible, no necesariamente conmueve a otros y viceversa. Hubo una vez otro artista, Piero Manzoni, que decidió comercializar su arte en forma de 90 botes de hojalata, escrupulosamente numerados y rotulados con la etiqueta "Merda d'artista (contenido neto 30 gramos, conservada al natural, producida y enlatada en mayo de 1.961)".

Adivinen lo que había dentro de las latas (pista: las etiquetas no mentían).

Hará un mes o así fue subastada en Sotheby's, la casa de subastas londinense, una de las latas, la número 018, siendo adquirida por el módico precio de 124.000 Euros de vellón, o sea, a algo más de 4.000 Euros el gramo de... arte. No está mal.

jueves, 28 de junio de 2007

Juana

Juana I de Castilla, la loca, vivió entre 1.479 y 1.555 y, curiosamente, las cortes de Castilla nunca la incapacitaron oficialmente para gobernar por lo que fue reina de España hasta su muerte.

Mejor dicho, fue: Reina de Castilla y de León, de Galicia, de Granada, de Sevilla, de Murcia y Jaén, de Gibraltar, de las Islas Canarias y de las Indias Occidentales (1504-1555). Reina de Aragón, de Navarra, de Nápoles y Sicilia (1516-1555). Archiduquesa de Austria, duquesa de Borgoña y Brabante, condesa de Flandes, condesa de Barcelona y señora de Vizcaya.

La leyenda que narra el cuadro de Pradilla, esa tétrica figura en cabeza de una comitiva que pasea por media Castilla el cadáver de su amado Felipe, posiblemente es falsa, urdida para contribuir a forjar la idea de una Juana incapaz y así legitimar el gobierno de su hijo Carlos (primero de España y quinto de Alemania), pero no por ello es menos impactante ni deja de ser una romántica aventura.


Juana la Loca (Francisco Pradilla, 1877)

Es invierno y el rudo viento castellano abofetea sin piedad los rostros de la comitiva sin hacer distingo entre nobles y siervos. Sólo tú entre todos, mi señor, confinado en la que será morada última de tu cuerpo, estás libre de su azote.

Murmuran a mis espaldas los duques y obispos. No se atreven a llamarme loca mis damas aunque leo en sus ojos que piensan que el juicio he perdido por amaros más allá de la muerte. Comadrean los cortesanos diciéndose que bien podrían estar al abrigo de los muros del convento que dejamos atrás en vez de estar helándose en medio de este desolado páramo. No podía permitirlo, mi señor. Celosa soy de vos, aún sabiendoos exánime. No hubiera podido soportar que pasarais la noche entre tantas mujeres por más que monjas y novicias hayan hecho ofrenda de su castidad a Nuestro Señor.

Loca, dicen que soy y tal vez no yerren, después de todo, pues hay quien asegura que el amor no es sino una forma de locura. En tal caso, loca me confieso por vos aunque hayáis muerto. Loca porque con vos también yo he muerto y, sin embargo, en mi demencia, aún respiro.

lunes, 25 de junio de 2007

El culto al cuerpo

No es ninguna novedad, la obsesión por el cuerpo está alcanzando los límites de lo absurdo, si es que no los ha sobrepasado ya. No se trata de que mi vecina del quinto se preocupe porque llega el verano y, como ha subido una talla, se apunte a un gimnasio para machacarse con sesiones de aerobic. No se trata de que el hijo de la portera se haya moldeado a golpe de mancuerna un cuerpo que ahora es capaz de levantar dos veces su propio peso con un solo biceps. Ni siquiera se trata de que la supermodelo más bella del planeta se haya inyectado no sé qué organismo patógeno en los labios inflándolos como si se hubiera dado un porrazo. Se trata, sobre todo, del sentir general que nos hace pensar que todas esas actividades son perfectamente normales, del establecimiento inexorable de un nuevo paradigma según el cual el cuerpo no es simplemente el envoltorio de su portador sino su valla publicitaria.

La obsesión, y aquí está el absurdo que ha motivado este xuspiro, ha llegado a la redacción de Play-Boy. Recojo en la prensa internetera esta foto aparecida en sus páginas.

Eva
¿Han notado algo raro?

Efectivamente. La señorita carece de ombligo. Sin embargo, no se trata de una foto de Eva, madre de la humanidad, sino de una guapa modelo brasileña luciendo la camiseta de la selección española de fútbol (o una pequeña parte de ella, mejor dicho). La foto, evidentemente, ha sido retocada con algún programa de edición fotográfica y, en el proceso, las imperfecciones (?) han sido piadosamente suprimidas. Incluída la que, a juicio del redactor de la revista, debía ser la mayor de todas: ese feo (?) repliegue de piel plantado en medio de la perfecta tersura del vientre.

Disculpen, se me hace tarde y tengo que ir al gimnasio.