martes, 31 de julio de 2007

Otoño


Pues, no sé muy bien por qué, me he puesto otoñal el último día de julio. Serán cosas del calentamiento global ése, que comienza a reblandecer seseras y aniquilar neuronas como vulgar vino peleón. En fin.


Cuando el verano termina los colores del mundo se entibian, los bosques se visten con tonos ocres y dorados y el cielo frunce el ceño y busca cómo pintarse la cara a lo ancho de toda la gama de los grises, sin acabar de decidirse. Los tejados entretienen el tedio de las tardes plomizas dejando caer gotas de agua sobre las cabezas de los que pasan mientras, húmedos y ateridos, los amantes y los pájaros buscan el refugio de los porches en penumbra para darse un beso de buenas noches picoteándose los labios.

Cuando venga el otoño, el viento me traerá en volandas el perfume de tu pelo y me susurrará al oído tu nombre. No tendré más remedio que volver a amarte de nuevo desde el principio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El deseo del otoño hace que pretendas acelerar el tiempo, por lo que se ve, porque de verano aún queda un trecho. Y habrá que caminarlo hasta llegar a la que es sin duda la estación más bella del año. Entonces sus colores y su aroma lo inundará todo. Pero tiempo al tiempo...